"Si este niño no es la voz de Dios, entonces Dios no ha hablado nunca."
Vuelvo a reseñar un libro salpicado de alegorías religiosas, pero no por casualidad. Hace días leí la última novela de Cormac McCarthy y no me la puedo sacar de la cabeza. El libro se llama "The Road" (La Carretera, en español) y narra la peregrinación de un padre y su hijo a través de un territorio devastado por un holocausto nuclear, huyendo del inminente invierno y evadiendo los peligros más inmorales jamás imaginados.
The Road me llegó como una flecha por muchas razones. La más obvia es la relación padre/hijo en la que muchos podemos identificarnos en ambos roles. Además, mi condición de inmigrante, haciendo frente junto con mi esposa a un país entero, me ha dejado esa perspectiva de saberse a veces "solo contra el mundo". Si bien España nos ha tratado bien, también nos ha pateado unas cuantas veces en el culo. En el libro hay una frase que resume el amor entre padre e hijo: "cada uno el mundo entero del otro", que no es más que la belleza justa para animarse a seguir adelante día a día.
Sepan que en el planeta futuro de McCarthy no hay animales, no hay plantas, los peces del mar han muerto. La poca comida que queda son viejas conservas enlatadas. Todo está gris, muerto y frío. El padre empuja un carrito de supermercado en el que transportan algunos cachivaches que, a duras penas, les permiten sobrevivir. También carga una pistola con sólo dos balas para cuando llegue lo peor, que no es precisamente la muerte. Los pocos humanos que quedan se han visto obligados a descender hacia un darwinismo infernal en el que la supervivencia consiste en comerse los unos a los otros. Eso. Se comen a las presas pequeñas cuando ya no les son útiles para más nada... (no contaré más).
Y a pesar del hambre, el miedo, la desesperación y la inminente desgracia que homogeniza todos sus días, padre e hijo continúan su marcha hacia el sur, hacia el mar, con la promesa de una vida mejor. Mientras lo leía no paraba de preguntarme el sentido de todo aquello. Vaya respuesta obtuve.
Ninguna novela me había aterrado, asqueado, fascinado y conmovido tanto. Léanla.
Feliz Navidad, Farsante.
ResponderBorrarHey, Carlos... le di un premio a tu blog, entra al mío para que te enteres...
ResponderBorrarVaya reseña, Charlie. Clap, clap, clap... hoy voy a librería a ver si consigo el libro. Un abrazo.
ResponderBorrarJoya yo sigo esperando ese regalo prometido en la feria del libro...
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