Es la joya musical de lo que va de año. No revienta, ni reinventa. No es sarcástico, ni heavy, ni político. Resulta que un tio quizo hacer un disco "que su esposa pudiera disfrutar" y el resultado es una docena de canciones inescapables, preciosas y contagiantes. Pues bien, volviendo al tema, el tio del que hablo es Jeff Tweedy, y le deseo años de feliz matrimonio con su musa. Los que oímos le agradecemos.
Sky Blue Sky parece de otra época. Como de los setenta. Es suavecito y muy melodioso, pero detrás de esa cara pangola, están seis músicos bestias que dominan sus instrumentos con la sabiduría de George Harrison: es decir, son unos pipes y lo saben, pero sueltan su virtuosismo sólo cuando la canción lo amerita.
Antes de entrar en un pormenorizado recuento de las canciones, quiero tratar de convercer a quien lea esto que le dé una escuchada al disco. Así de bueno es. A ratos parece que los abogados de Paul Mccartney van a disparar la alarma, y a veces le llegan a uno impresiones de Neil Young, Velvet Underground, The Band... pero sigue siendo indistintamente Wilco.
Claro, estos comentarios no tendrían sentido en este paredón si no descargara contra algo, en este caso, los críticos intensos baratos que acusan a la banda de acomodarse en convenciones y dejar de experimentar. Pero yo creo que tales comentarios son puras gilipolleses, porque el atrevimiento de la banda consiste en hacer lo que les da la gana, y si eso implica hacer un disco sin trucos de estudio, pues se aplaude. Los anteriores A ghost... y Yankee... dieron mucho de qué hablar y escuchar. Aunque los tengo y los disfruto, me dejan perplejo si los escucho enteros, porque son pop difícil (como Solaris de Tarkovsky, que es brutal pero cuesta). De todos modos, y aunque sea cliché, la música es la que habla por sí sola.
A lo que voy...
El disco abre con Either Way, balada tristona que surfea sobre organillos y guitarras acústicas (y por alguna razón me recuerda a The Man in Me de Bob Dylan). Le sigue You are my Face, una canción medio country que a la mitad rompe con el primer solo de guitarra del disco, cortesía de un tal Nels Cline (que hasta ha tocado con Thurston Moore). El pana es asombroso.
La tercera es la consagración. Impossible Germany es la perfecta balada, porque no es melosa, sino fresca, y crece de la mitad para adelante en un duelo de guitarras que para qué describir. Propongo esta pieza como canción del año. A ver quién se atreve a conseguir una mejor. Luego viene la homónima, que está chévere, pero en verdad lo que hace es preparar los oídos para la animalada que es Side with the Seeds: Esta canción tiene dos breaks instrumentales, que si no os convencen... mejor déjense de llamarse melómanos. Punto. Para quienes gustan de referencias oscuras (el jam me recuerda - en cuanto a niveles de intensidad - al half full de Pearl Jam).
Shake it off. Es dura de agarrarle el tumbado. Pero es divertida. Please be patient with me, es otra balada, muy cruda en cuanto a arreglos, y sin embargo es una de las mejores del disco. La melodía es más que suficiente. Ya quisieran muchos pavitos componer así.
La octava maravilla del álbum, titulada Hate it here, es como un outtake del Abbey Road de los Beatles. Comienza con unas estrofas quejosas y salta para unos riffs guitarreros trancados muy a los de Liverpool. Pero no es una copia, pues no suena a ninguna canción en particular, es sólo un feeling que transmite. Y eleva. Tras semejante hazaña, el disco cae en la única pieza floja (todos tienen una). Retoma con Walken, una composición molona con sabores del rock sureño de los EE.UU., pero de intenciones alegres (definitivamente para ser tocada en vivo). Los últimos minutos de esta canción despiden el lado rockero del disco. El modo como se van sumando cada músico al riff final es uno de los mayores gustos que deja este disco.
Terminan What Light y On and On... dignos outros de este oasis para la posteridad.
Posdata: Estoy perfectamente consciente que mis comentarios no estuvieron muy coloridos ni venden mucho el disco. Espero que por repetición se haga la venta: a escucharlo, que es buenísimo.
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